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Mostrando las entradas de enero, 2012

Un arte pegajoso

Cada mañana en la estación del metro de Niquía un viejito vende chicles. Hay algo especial en ello: en su pequeño tarrito, la disposición de los chicles evocan sensaciones. Son simplemente chicles, lo reconozco, pero por qué la yerbabuena al lado de la coliflor, o el color rojo encima del verde, y el naranja dicen tanto, crean belleza. Cajitas pequeñas arregladas para contar algo. Aquel viejito con su pesado trabajo a cuestas no solo se dedica a vender chicles, sino que crea arte por medio de su tristeza. Yo, que no soy amante a los chicles, que más bien los detesto, no me puedo resistir a su arte y siempre dedico segundos a observarlo y como todo arte, a veces, en momentos del día me detengo a pensar en los chicles. Aún no compro ninguno. El viejito grita a cien, a cien . Y la gente compra chicles, no sé si por masticar algo; por qué no les quedó tiempo de lavarse las muelas, quizás extraviaron su cepillo; quizás tienen parentesco con las vacas, o simplemente admiración a un arte poco

La muerte se viste de blanco

A Nohelba Cano Flórez El matrimonio y los velorios tienen algo de sustancia igual. ¡Y hasta ahora lo vengo a comprender! Cuando se asiste a un casamiento, ese bello acto donde dos seres comprometen su amor eterno, es inevitable pensar quién será el próximo o la próxima en casarse. Ahora me sucede lo mismo con los velorios, uno se pregunta quién seguirá. Mi abuelo murió y lo velamos. Luego exactamente dos meses después hay otro velorio: nuestra prima Nohelba. Y el futuro es tan incierto que nunca acertamos en nada. En un matrimonio no se sabe quién será la siguiente, no se puede apostar por la más bonita, pues bien es sabido que la suerte de la fea la bonita la desea, tampoco se podrá decir que seguramente será la que más años lleva con el novio, pues qué tiene que ver el amor con el tiempo. Si es para toda la vida, ¿significa algo un año o dos años? Según la matemática transfinita, si al infinito se le suma cualquier cantidad finita, el resultado sigue siendo infinito: infinito más och