Reescribiendo la vida

“Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto)…” Funes el memorioso, Jorge Luis Borges.

Hace poco Alex Girasol cumplió años, así que hubo fiesta en Tierradentro. Entre cervezas, vinos, guaros y el fuego abrazador de la fogata, se dio paso a la poesía. Girasol nos deleitó con sus poemas de doscientos mil pesos. Y sucedió lo que siempre sucede toda vez que el poeta bellanita lee sus textos: toca fibras profundas en el alma, y cada fibra al estremecerse, genera cosquillas y estalla la risa.

Se supone que luego yo leería algo mío, pero me excusé diciendo que no llevaba ningún escrito en el momento. Sin embargo, Alex fue hasta su casa por el libro de Los sueños de Luciano Pulgar, donde aparece el ensayo mío titulado Sobre rayar, ya sea en los libros, en lo etéreo o en la locura. No tenía muchas ganas de leer, pero dado que Alex se había tomado la molestia de traer el libro, accedí.


Comencé a leer en voz alta. Pero ya desde las primeras líneas no estaba satisfecho con el ensayo, me avergonzaba un poco; le encontraba toda clase de errores. A medida que avanzaba la lectura, veía una coma mal ubicada; ideas cojas; un conector que sobraba y que le restaba ritmo al texto; un punto y coma que bien podría ser un punto o una coma, pero jamás un punto y coma; un adjetivo trocado, una referencia ya vieja como la de Pipe Pelaez... Desde luego, no todo era malo, también había líneas que consideraba buenas, y que quizás en estos momentos no sería capaz de volverlas a producir. 

Comencé a traicionar el texto impreso mientras leía. Línea a línea iba haciendo las correcciones pertinentes, las que me dictaba el momento. Era así pues que mis ojos leían unas palabras, pero mis labios pronunciaban otras, corregidas y depuradas a la luz del presente y de mis actuales juicios estéticos.

En algún momento, sentí que quizás estaba engañando a las personas que escuchaban. O pensaba que quizás, Helena, que leía conmigo, dijera, alto, un momento, ahí no dice "dibujos pequeños", sino "pequeños dibujos". O tal vez, un momento, te saltaste una línea. Otra opción podría ser que la memoria prodigiosa de Girasol interrumpiera y dijera: así no recuerdo el ensayo, ya te están cogiendo las cervezas, estás leyendo mal.

Terminé de leer, y el sentimiento de culpa había desaparecido. Todo era claro. Y es que así es la vida. Constantemente el pasado y los recuerdos se van reelaborando a través de la luz del presente. Todo objeto, todo suceso va mudando su significado. El pasado va perdiendo color, y cuando queremos traer algún recuerdo y hay que pintarlo nuevamente, ya está tan descolorido, que no sabemos discernir si era un azul o un verde,  y quizás terminemos pintándolo de rojo. Por ejemplo, la carta de la pareja tienen un significado y un sentimiento asociado, que será diferente cuando se convierta en la carta de la expareja, a pesar de que la carta físicamente siga siendo la misma. Esta mudanza del pasado puede pasar de manera inconsciente, puede pasar de manera consciente. No se trata de falsear el pasado, sino de reelaborarlo, de tratarlo como lo que es, un ente con vida, dinámico, que para nada es un baúl de recuerdos estáticos e inservibles. El pasado hace parte del presente, y el presente se moldea segundo a segundo.

No hay maldad en reescribir la propia vida una y otra vez. No hay chisme. No hay mentira. No hay engaño. Así haya una prueba fehaciente del pasado, así haya algún memorioso presente, algún Funes, que diga, un momento, así no sucedieron las cosas, nada importa; porque si dos personas que tienen un pasado común, hablan en el presente de diferentes acciones o hechos del pasado, en realidad no están hablando del pasado sino del presente. Hablan de este presente en que tienen ojos y corazones diferentes para mirar un pasado.

Quizás cada vez que lea mi ensayo lo reescriba al instante. Desde luego, podría sentarme a hacerle las correcciones pertinentes. Quedaría satisfecho de momento, pero algún tiempo después pasaría lo mismo. Ya ese texto sería del pasado, un pasado que se encadena y encadena. Nuevamente tendría que traicionarlo mientras lo lea en voz alta. Entraría en un círculo vicioso, (o quizás deba decir en una cadena viciosa), en un mito moderno de Sísifo. De momento hay dos versiones, la del blog y la del libro. 

Sin embargo, es tentador ir agregando versiones. Adicionar una versión cada que se lea el texto. Y las versiones quizás se llamarían así. “versión casi terminada”,  “versión final”, “versión final esta sí”, “versión final en serio”, “versión final final no va más”, ya que no sé por qué siempre pensamos que estamos cerca del final.

En la vida voy en la "versión inicial".

Imagen tomada de https://eslibertad.org/2015/09/15/la-escritura-y-la-libertad/


Felipo Zaná

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