De Don Quijote, los locos y la virtud

Don Quijote de la Mancha es un libro lleno de refranes y sabiduría. Todos los caminos conducen a Roma: y es así precisamente cómo Cervantes se vale de un loco, un soñador, un personaje quijotesco (valga la recursividad: definir algo en términos de sí mismo) para llegar a una sabiduría casi totalizadora. Sancho Panza es la contraparte, los pies en la tierra. Y ya es difícil concebir un Quijote sin un Sancho, y del mismo modo en sentido contrario. Sin embargo, en la segunda parte se entremezclan tanto las personalidades que no sabemos quién es el cuerdo y quién es el loco, quizás uno de los recursos más celebrados de Cervantes. Me recuerda el verso de Neruda: “Tal vez no seremos tan locos, tal vez no seremos tan cuerdos”. Me deja asombrado la cantidad de refranes que hay en el Quijote, es quizás justo ahí donde la sabiduría alcanza uno de sus máximos relativos. De entre todos los refranes que hay en el Quijote me gusta especialmente: “Cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla”. Qué abuela o papá no le dice a uno eso, “mijo, hay que estar atento a las oportunidades, hay que andar con los ojos bien abiertos”. Soy fiel creyente de que la sabiduría popular es la más sabia de todas. Por eso valoro a El Quijote, por eso valoro a Cien años de soledad, El Quijote americano; por eso valoro sobre muchos escritores a Manuel Mejía Vallejo: por su indiscutible sabiduría popular, su sabiduría barrial, su sabiduría de guayaquilito, su sabiduría de tantos y tantos vasos de ron que tanto le gustaban. Claro ejemplo de la sabiduría de Manuel Mejía Vallejo es “La barra de la setenta”, “Aire de Tango” y “La casa de las dos palmas”, en fin, toda su obra.

Otro pasaje que me gusta mucho de El Quijote es: “Sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin”. Una buena paráfrasis de las palabras de Jesús en alguno de los Evangelios, no me acuerdo cuál.

¿Cuál es el camino de la locura? Quizás la locura de Alonso Quijano no provenga de leer tanto libro de caballería, sino simplemente de querer recorrer la senda de la virtud, quizás su locura era confiar en las personas: por ejemplo cuando creía en las palabras de los duques, cuando en realidad querían hacerle bromas, y ahí radica también la posible locura de Sancho, porque el también fue cándido y confió. Por confiar en aquel hombre que prometió no ajusticiar más a su sirviente, y lo siguió haciendo con más ahínco, apenas el héroe se hubo ido.

Cervantes es tan inteligente que no pudo escoger un mejor modelo de loco, no escogió a alguien que tira piedra, o los locos que se la pasan todo el día bailando en los parques, o los locos que parecen como perros bravos y que cuando uno pasa por el lado de ellos salen persiguiéndolo a uno; no, escogió como loco, simplemente alguien que quería ser un caballero, y recorrer el camino de la virtud, y ¿qué es en este mundo más loco que eso? Esos ecos llegan quizás hasta Sartre, el filosofo existencial, quien es su obra de dramaturgia “El diablo y Dios”, plantea claramente la facilidad del malo, y vemos cómo alguien malo se convierte en alguien bueno, cuando alguien le da un argumento que lo devasta: “Qué fácil es ser malo, cuán difícil es ser bueno”; como el protagonista era alguien que quería retos, decide volverse bueno, y sí, lo comprueba, “Qué difícil es el camino de la virtud”.

Qué locos tan cuerdos, qué piedras en los zapatos, qué rotos en los bolsillos, qué telarañas en las cabezas, que días entre las noches; en estos momentos estoy escuchando un vallenato, así que es posible que todo lo que haya escrito hasta ahora tenga un mensaje costeño: “Ella camita juguetona bajo un lucero, cuentan que todos los muchachos pelean su risa, dicen que no encontraba nadie que sea sincero”.

Felipo Zaná

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