Como pompas de jabón


yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Antonio Machado

Hace poco escribí sobre un arte pegajoso, ahora escribiré sobre un arte ingrávido y gentil -muy gentil: las pompas de jabón y el artista que se encuentra detrás de ellas, soplando y soplando.

Lo vemos en los parques, en las afueras de las iglesias, en los matrimonios, rodeado de jabón. Es un arte frágil y resbaloso el que practica; es un arte para el disfrute, para el juego: es un arte divertido.

Los niños principalmente son los que rodean a ese artista; saltan, tratan de agarrar las pompas de jabón sin pensar en que allí hay mundos sutiles, en que en una pompa de jabón está contenido el universo. El artista crea una esfera completa, perfecta, y por medio de un soplo le da vida a seres de jabón, que dentro de la pompa crearán esferas de no sé qué sustancia y que como siempre todo se desviará hacia el infinito.

Y no solamente los niños, también los adultos disfrutan. Cuando veo pompas de jabón corro tras ellas. Me pierdo entre los niños; como soy más alto, entonces les gano la partida a aquellos enanitos que se divierten a mi lado. Quisiera adentrarme en una pompa de jabón, saber qué arte hay allí, saber si la tristeza tiene o no lugar en ese mundo, pues todo sería resbaladizo; pero entonces tampoco habría alegría. Quiero adentrarme en una pompa de jabón, pero cuando lo intento; cuando intento ingresar mi dedo y luego mi mano, se quiebran, estallan, se autodestruyen.

Ahora, qué pasa con quien sopla las pompas de jabón: los niños corren y los adultos corren, también los perros y los gatos, los caballos y los potros; y nadie compra, solo disfrutan. A pesar de que vivimos en un mundo con maniáticos de la compra, a pesar de que hay tanta gente que compra tanta basura, tanta cosa inservible, nadie compra pompas de jabón. Pero quizás pase como un cuadro de Van Gogh, y en un futuro alguna pompa de jabón que haya escapado a las manos y al viento valga un millón de dólares. Mientras tanto aquel hombre simplemente moja su pincel, sopla, y como por arte de pájaros o de magia, da alegría a niños y adultos.

Pero no todo es alegría: lo imagino llegando a su casa; su mujer preguntándole cuánto vendió hoy, y él con una cabeza triste, un poco gacha, respondiendo: nada, pero hice feliz a muchos niños. Y esa es la vida del artista, esa es la vida del hambre; dar alegría, dar posibilidades de otros mundos, de otros seres. 

Y nuestro mundo es así de simple, fácilmente vuela, facílmente se quiebra.

Felipo Zaná

Comentarios

MARTA CAÑAS LOPERA dijo…
Hermoso tu y todo esto q nos regalas. estos si q son regalos y privilegios , un abrazo y GRACIAS .
felipo zaná dijo…
Muchas gracias Marta por esas bellas palabras.

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