Infancia
Amable lector, si supieras que desde hace tiempo yo soy yo, y tú eres tú. Y no es una entrañable decisión lo que se esconde detrás de esa afirmación, mucho menos una negación al río de Heráclito. ¿Cómo decirlo, lector? ¿Me esperarías cinco minutos mientras busco las palabras adecuadas? Sin embargo, cinco minutos de tu espera. Es tan solo un parpadeo tuyo. O un simple salto de línea para el computador. Cuando escuché por primera vez decir a mi madre que la cabeza de los niños crecía hasta los tres años, fue una revelación sorprendente. Inmediatamente miré a mi padre. Y fueron solo segundos para que pintara el retrato de la cabeza de mi padre en un cuerpo de niño de tres años. Me pareció que aquello entraba en contravía con las proporciones del cuerpo, descritas por Leonardo, aunque en ese tiempo no supiera quien era el pintor florentino (creo que es de allá, tengo pereza de corroborarlo, si me equivoco como los chiches del vallenato en su canción cuando dicen: “quiero ser un Miguel Ánge