Del lenguaje, la función poética y el silencio

Se podría reducir todos los problemas filosóficos, políticos, religiosos a solo uno: el problema del lenguaje. Qué pueden hablar un capitalista y un socialista, si hablan lenguas diferentes. Cómo pueden ponerse de acuerdo las religiones si la palabra “Alá” es tan diferente a “Yavé”. Pero, ¿realmente sirve de algo nombrar las cosas, sí se facilita la comunicación? ¿Qué acaso no es por la palabra “Dios” por la que ha habido tantas muertes? Una sola palabra que trata de nombrar una idea que muchos se van forjando en su cabeza, como si todas las cabezas no fueran diferentes. ¿Pero qué es ser diferentes, qué es ser igual? Nuevamente está el lenguaje. “Yo es otro”, dijo Rimbaud. Problemas del lenguaje. Algunas funciones del lenguaje, sin embargo, causan ciertos problemas e incomunican.

La función apelativa, por ejemplo, la que se centra en el receptor y sirve para mandar, ¿si la persona no sabe siquiera nada de su ser, cómo pretende usar el lenguaje para mandar a otro, por qué pretende salirse de su entorno, por qué pretende modificar al otro, sin todavía no haberse modificado lo suficiente? ¿Por qué cree que un solo cuerpo no es suficiente para contener su ser, y siente necesidad de que su ser esté en dos cuerpos: en el yo y en el otro?

La función referencial, el problema que veo aquí es las ganas de la objetividad, ¿por qué un referente, si el referente lo llevamos todos dentro de uno? ¿Realmente el tiempo pasa igual para todas las personas? ¿Qué acaso el espacio no cambia con el tiempo, qué pasa cuando hablamos y el tiempo pasa? Cuál es el sentido de decir: esta camisa es verde, esto no es una pipa, son las tres de la tarde. Cuando alguien dice lo que necesitamos es educación, y otro dice lo que necesitamos es seguridad. Qué buscan al decir eso, por qué comienzan a sacar argumentos como cuchillos y lazos para amarrar al otro, para que el ser de uno se meta dentro del ser del otro. Por qué el otro también saca escudo, espada, cuchillo y lazos. ¿Habrá realmente un ganador? ¿Qué gana? ¿Morirán los dos? ¿Muere todo en la vida?

La función fática es la más inútil de todas, puesto que trata de iniciar algo que nunca alcanza: “la comunicación”; ahora cómo hacer que continúe y finalice algo que nunca ha existido. “Hola” y “Chau”, ¿qué inician y qué cierran? Acaso en medio de esas dos palabras sucedió algo de importancia, quizás desencuentros, tal vez, quizás una lucha de ejes de coordenadas cartesianas.

La función expresiva se metamorfosea, a veces, en la función apelativa. Si A y B están juntos y A dice: “Qué rico unos vinitos, ah, pero lástima que no tenga plata, qué desgraciado soy, muero por un vino”. Que no es eso, sino decirle a B: “Invítame a vino”. Ahí está el mandato, ahí está la orden.

La función metalingüística sería hermosa sino fuera simplemente un cárcel, perdón, lo correcto es decir “una cárcel”.

Ahora la que realmente valoro es la función poética, esta se vuelca totalmente sobre el mensaje, elimina al receptor y al emisor, no busca que voten por él, simplemente busca ser, existir, vivir. Busca la vida, cantar, saltar. Es loca. Cuando Neruda dice: “Ay, amar es un viaje con aguas y con estrellas, con aire ahogado y bruscas tempestades de harina”. A quién carajos le importa qué es el amor, ¿existe realmente? ¿Qué color tiene? Pero esos versos no contradicen nada, no buscan nadan, no quiere ganar adeptos, ese mensaje no quiere que crean su mensaje, simplemente existe y se pasea por el mundo. No se oculta de los hombres, camina por las calles, y que todo aquel que lo vea, piense lo que le de la gana, ni el propio Neruda tiene que ver con él, así Neruda no creyera en el amor, no hay contradicción, ese mensaje es, y solo se preocupa por su ser, por nadie más. ¿Cuántos votos tiene? ¿Cuántos creen que él en realidad es el amor? A ese verso poco le importa. ¿Es una buena definición del amor? ¿Es verdadera? ¡Qué sentido tiene eso!

Ahora, qué es el silencio, sino el mensaje vacío, la función poética al máximo. “Interpreta mi silencio”, constantemente escuchamos eso, pero no, no se puede interpretar, lo único que se interpreta allí es al ser mismo, porque la poesía no se deja agarrar, la poesía no tiene seguidores, la poesía pasa caminando; y quizás la gente cuando ve un verso o un silencio en las calles, lo ven como espejos, y sus palabras y pensamientos, serán como rayos de luz que se reflejarán es esa superficie, y nada absolutamente nada se refractará. Todo se devolverá contra ellos. Algunos los verán pasar por las calles como peinillas, como chulos o labiales, o como inexorables guillotinas, o metralletas de palabras.

El lenguaje debe simplificarse y tener solo una función: la poética. La función poética debe llegar a la cima: el silencio. Oda al silencio.

Felipo Zaná


A CALLARSE

Pablo Neruda

Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos.

Seria un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en una inquietud instantánea.

Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.

Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.

No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es solo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.

Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.

Ahora contaré hasta doce

Y tú te callas y me voy.

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