He visitado pocas bibliotecas en mi vida. Podría decir simplemente que conozco y he recorrido los estantes de la Biblioteca Pública Piloto y los de la José María Velaz. Sin embargo, tengo mi biblioteca soñada. Y al conocer tan pocas, es posible que ese sueño ya se haya materializado y que esa biblioteca exista en algún lugar de este mundo: Estambul, Marinilla, Santiago, Nashville... Si no existe esa biblioteca, pido el favor a quienes lean estas líneas que por favor me ayuden a construirla: sería más o menos así. En la biblioteca no habrá palabra oral, será una biblioteca del silencio, de la palabra escrita, del gesto, de la vida. Será atendida por mimos. Quien cataloga los libros será un mimo, quien limpia el polvo será un mimo, quien dirige también. Así habrá un silencio delicioso para leer y, sobre todo, aprenderemos que la palabra se puede reemplazar por un gesto, paradójico, lo sé. En la pared habrá escrito el siguiente verso de Walt Whitman, “Not words, not music or rhyme I w