Piano y pan
Si toda casa es un espacio vacío hasta que llegan sus habitantes. Si los fantasmas son invisibles hasta que una mano saque un pan del horno, hasta que una mano destape un piano y despierte todo lo viejo, todo lo que duerme en una casa. La música tiene la capacidad de despertar el pasado, de llevarnos a lugares que no existen, de despertar seres imaginarios, de darnos las posibilidades de lo sublime. Pero se debe ir más allá, también se necesita un futuro, un fruto, la realidad de una biscuit; un reino de la espiga, como decía García Lorca. Por eso mi casa tendrá dos objetos favoritos, dos objetos necesarios: el piano y el horno. Con el piano, correrá por la casa mi compañera eterna en todas las edades y ternuras. Del horno saldrá el olor de la receta hecha oración que gravitará por la cocina. Kathryn tocará el piano ¿todas las mañana? ¿Todas las tardes? ¿Todas las noches? En todo caso, notas musicales bailarán en el aire, recorrerán las habitaciones, blanquearán las paredes. Y mientras