Diario de viaje – Día 1 – Regálame una noche, Quito




He dejado Colombia atrás. Viajé en un avión desde Medellín y ahora estoy en el país de Ecuador, más específicamente en Quito. Pasaré aquí solo una noche. Este país es simplemente una escala, no estaba incluido en mi itinerario cuando decidí lanzarme a viajar. Pero quiso el destino regalarme una noche en Quito, para mostrarme algo

Una sola noche para un lugar, tan poco. Tantas cosas que se quisieran probar, pero si se escoge un lugar, uno se pierde el otro. Pasa con los lugares, pasa con los caminos, pasa con las mujeres. En el avión habíamos hablado con un ecuatoriano y nos había dado un buen panorama de lo que era el país hermano, nos había hablado de lugares geniales como Guayaquil, Montañita y Baños, así como de otras playas y termales. Todo aquello, desde luego, sería para un futuro viaje al país con Correa. De Quito nos mencionó la Ronda y Plaza Foch. Ya Dubier me había hablado maravillas de la Ronda, así que era el lugar que más me interesaba.

Llegamos en taxi al edificio de nuestros anfitriones. Se trataba del edificio Van Goh, un edificio con un vestíbulo lleno de cuadros (réplicas) del genial pintor neerlandés. Subimos unos cuantos pisos en ascensor y nuestro anfitrión nos abrió la puerta. Por cierto, el taxi lo pagamos en dólares, pues es la moneda de Ecuador.

Nuestro anfitrión se trata de un francés viajero. Buena onda. Apenas nos sentamos, preguntó a Maya, ¿qué van a tomar, cerveza o ron? Maya quedó un poco perplejo por lo limitado de las opciones, que olvidaba el agua o la gaseosa. Yo me sentí como en casa. Tomé Pilsener, una de las dos cervezas más usuales en aquel país. Hablamos brevemente con Carmona por Skype, un compañero de trabajo; gracias a él, estábamos en aquel lugar.

El francés se llama Alix. Mochileó por Europa un poco. Vivió año y medio en Inglaterra, para aprender la lengua de Shakespeare. Luego se enamoró de una colombiana y llegó a Colombia. Aprendió la lengua de Cervantes bastante bien. Ahora está en Ecuador. Más adelante planea visitar la India.

Luego llegó Marly, la compañera de Alix, y prima de Carmona. También fue súper buena onda. Al toque, nos llevamos bien. Hablamos por largo tiempo.

Quito, fue justo en ese momento en que, utilizándolos a ellos como instrumento, decidiste mostrarte a mí. Quizás esa noche no me diste lo que yo quería, para que yo volviera y pasara más noches en tu tierra. Quieres que vuelva, para por fin descubrir lo que pedía de ti.

Quería ir a la Ronda. Quería conocer la ciudad amurallada. Ver cómo se amurallaron por tanto tiempo tantas personas. Pero Alix y Marly dijeron, no es buena idea ir allí, ése lugar está en reparaciones, además un Lunes debe de estar muy solo y puede ser peligroso. Quito está muerto los lunes. Vamos a Plaza Foch, es de pronto lo más vivo que podría haber en todo Quito.

Fuimos a la Plaza Foch, especie de Parque Lleras colombiano. Comimos y tomamos unas cuantas cervezas en un lugar que nuestros anfitriones suelen frecuentar. Allí probé la otra cerveza la Club verde.

Un poco pasadas las 11:30 p.m. y ya estaban cerrando el lugar. Quito, te estabas reservando, estabas ocultándote, para que yo volviera, te mostraste como una pequeña cenicienta, muy de su casa. Pero sabes una cosa, querida Quito, tienes razón: quise tomar demasiado de ti en una sola noche, quise visitar tus murallas en una sola noche, y ni siquiera había recorrido tus calles laterales.

Volvimos nuevamente al edificio del pintor. Y seguimos bebiendo hasta entrada la madrugada. Tomamos ron hasta las tres de la mañana, para levantarnos a las cinco a tomar el vuelo que nos llevaría a Santiago. Me fui a dormir bastante feliz, esperando algún día volverme a encontrar con Quito, y conocer por fin su ciudad amurallada, que no quiso dejarme atravesar sus murallas una sola noche.

10 de septiembre de 2012

Felipo Zaná

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