Un techo desconocido, la bestia
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas, no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes. Pablo Neruda, T ango del viudo Me he movido entre el frío estos últimos días. Bogotá y Tunja. De la capital puedo decir que es una ciudad grande, gris, caótica, elegante y deliciosamente fría. Hay mucho por conocer. Los primeros días estuve muy entusiasmado por ello, pero poco a poco los trancones de la ciudad, las distancias, los tumultos en el Transmilenio y la soledad fueron aplacando esos bríos tempraneros. He dormido bajo techos desconocidos. Lo cual resulta un poco terrorífico al despertar, sencillamente porque uno se llena de nostalgia. Cuando uno se acuesta, cuando uno se levanta y ve el techo desconocido, es cuando la soledad más aqueja. Es difícil el primer día, el segundo, el tercero… no sé e