En silencio


“Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.” Mateo 15:14

¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar quién guía nuestros actos? Si nunca lo hemos hecho, este es el momento justo. Adelante. Quizás haya muchas opciones, pero hoy quiero centrarme particularmente en dos, dos opciones para vivir nuestra vida, para movernos con el mundo.

La primera opción es cerrar nuestros ojos y escuchar atentamente. ¿Escuchar a quién? Escuchar a Dios; escuchar a nuestra voz interior; a ese más allá, para que estemos más acá.

La segunda opción es aprender por imitación, mirar al prójimo y hacer lo que él hace, copiar su comportamiento y mimetizarnos con él. Vivir en el mundo.

Ya desde niños escogemos la segunda opción. Nos dejamos guiar por el prójimo. Como en un ánfora vacía las personas del mundo vierten en nosotros todo su conocimiento, el conocimiento de la humanidad, todos los temores, las intrigas, las desconfianzas, las prohibiciones, los pensamientos. ¿Pero qué tanto de aquello es realmente nuestro, o fue simplemente inoculado en nosotros como un mortal veneno? Desde luego, así como se puede verter veneno en el oído de alguien, también se pueden verter palabras dulces, bellas y de bondad. Pero quiénes son esas personas de quienes aprendemos en la vida; normalmente no lo sabemos, y puede pasar como dijera Jesús: ciegos guiados por ciegos; y el destino irremisible para tal pareja es caer en el hoyo. El hoyo de este mundo, del desespero, de la agitación, de la turbulencia, de las guerras, del odio, de la indiferencia. Y esa turbulencia, esa agitación, esa conmoción, ese ruido, hace que cada vez sea más difícil poder cerrar nuestros ojos y escuchar, para poder finalmente entender.

Por otro lado si cerramos nuestro ojos y escuchamos atentamente. Si aprendemos a meditar, si aprendemos a estar en contacto con nosotros mismos, nos iremos llenando de paz, iremos eliminando el estrés, y podremos concentrarnos en ver claramente quienes somos nosotros y cuál es nuestro papel en el mundo. Escuchar. Escuchar a la voz interior, escuchar a Dios, en comunión con toda la naturaleza. Si cada acto de nuestras vidas proviniera sin mácula de nuestro corazón, de un corazón tranquilo y en paz, qué diferente fuera este mundo en el que vivimos; si cada acto que hiciéramos estuviera desligado del qué dirán, del temor a ser diferente, a hacer las cosas diferentes, a la burla si se es diferente, al matoneo, si cada acto fuera puro y perfecto, como los actos de la naturaleza; este mundo sería un lugar de paz.


Esta gran lección la recibí hoy en clase de Yoga de mi nueva profesora. Desde luego, hago parte del ruido, del agite, de las olas. Pero poco a poco quiero ir cerrando mis ojos. Poco a poco quiero irme aquietando, para escuchar esas grandes palabras que me esperan, esas grandes verdades que solo se encuentran en el silencio.

¿Quién guía vuestros actos?

Felipo Zaná

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