La biblioteca de mis sueños

He visitado pocas bibliotecas en mi vida. Podría decir simplemente que conozco y he recorrido los estantes de la Biblioteca Pública Piloto y los de la José María Velaz. Sin embargo, tengo mi biblioteca soñada. Y al conocer tan pocas, es posible que ese sueño ya se haya materializado y que esa biblioteca exista en algún lugar de este mundo: Estambul, Marinilla, Santiago, Nashville... Si no existe esa biblioteca, pido el favor a quienes lean estas líneas que por favor me ayuden a construirla: sería más o menos así.

En la biblioteca no habrá palabra oral, será una biblioteca del silencio, de la palabra escrita, del gesto, de la vida. Será atendida por mimos. Quien cataloga los libros será un mimo, quien limpia el polvo será un mimo, quien dirige también. Así habrá un silencio delicioso para leer y, sobre todo, aprenderemos que la palabra se puede reemplazar por un gesto, paradójico, lo sé. En la pared habrá escrito el siguiente verso de Walt Whitman, “Not words, not music or rhyme I want—not custom or lecture, not even the best”

En plena lectura, en vez de alguien decir ah, estas páginas son como para llorar, simplemente llorará. En vez de decir este libro es una porquería, simplemente lanzará el libro contra alguno de los mimos; así ellos sabrán de las malas lecturas y aprenderán de los gustos de sus lectores.

Como dice Mónica, la biblioteca sería ese espacio para conocer al hombre o a la mujer de la vida; no se dirán cosas burdas como mamacita rica, o metelo papi metelo, sino que se aprenderá a amar con la mirada, a desear con los ojos; a pedir la mano con la mano; para qué palabra oral. Eso sí, habrá sobres de cartas para los mensajes amorosos; también habrá disponibles palomas mensajeras por si la amada se encuentra a muchas mesas de distancia.

En la biblioteca de mis sueños debe haber licor, hay páginas que sencillamente no se pueden pasar a palo seco; pienso por ejemplo en el capítulo titulado El tiempo pasa, del libro Al faro de la señora Virginia Woolf. Se debe leer Estatuto del vino con una buena copa de vino. Uno levantaría el brazo, y luego un mimo expresivo y mesero vendría con la botella, vertería el líquido preciado y se volvería a ir. Uno seguiría leyendo. No habría sacaborracos en la biblioteca. También el café debe tener su lugar para las largas lecturas y para la noche. Por supuesto, la biblioteca funcionará las 24 horas del día.

Los fumadores también tendrían su espacio. Y en el humo se irían todas las preocupaciones y todas las ideas.

De cuando en cuando sonarían sinfonías musicales, pero solamente con sus silencios. La música tiene su lugar.

Habría una sala de lectura erótica que tendría siempre la puerta cerrada, y, naturalmente, como ustedes se imaginan, sería para leer novelas, poemas y cuentos eróticos. Sin embargo, se debe garantizar que en esa habitación, el aire acondicionado siempre se encuentre averiado.

Se prohíben las obras de Paulo Coelho, aquel que venga buscando alegría y consuelo en las páginas del escritor brasileño, se enfrentará con un mimo, que por medio de gestos le expresará que esa es una biblioteca de tristeza, que yo soy Garrick, cambiad la receta.

Los libros se prestarán dependiendo del tamaño y la complejidad; así, por ejemplo, En busca del tiempo perdido se podrá sacar por un periodo de tres meses. El Ulises de Joyce, el lector lo podrá llevar para su casa, con la condición de que cuando muera, un familiar de él lo devuelva; la obra cumbre de Gabo, se prestará por un periodo de cien años. Libros como El bebe de Rosemary se podrán prestar por una semana.

Los libros malos estarán en los estantes de abajo, expuestos a los ratones. Por supuesto, por ser símbolo de la biblioteca, en ésta abundarán los ratones, habrá un criadero; se pasearán por todas partes todo el día y toda la noche, devorando las obras malas. Desde luego, Hans, el ratón políglota tendrá un lugar privilegiado.

Habrá un altar para los tres más grandes escritores: García Márquez, Kafka y Proust, otro para Manuel Mejía Vallejo. También para los poetas insignes: Pablo Neruda, García Lorca, Walt Whitman, William Blake y Edgar Poe Restrepo.

En la biblioteca trabajarán NartyJulieth, Laura Isaza, Toto, Beatriz Botero, Hildebrando Quiroz, Collo y Marta, la de la piloto.

Felipo Zaná

Comentarios

vivi dijo…
compañerito de mi vida... esta biblioteca con toda la magnificencia descrita por vos... no existe... pero sabes que? No es imposible....
K. dijo…
Bueno, no sé si estará en Nashville, pero ven a ver de todas maneras y descártalas tú. Estuve en una esta noche pero no es la que buscas. Hay otra, sin embargo, que quizá la podría ser.

Qué charro que menciones a Hans... y muy casual, ahorita sabrás por qué.
felipo zaná dijo…
Sí, Vivi, para eso estamos; para hilvanar nuestros sueños.
felipo zaná dijo…
K., protagonista de El proceso y El castillo, excelente. Sí, algún día debo ir a Nasville y conocer sus bibliotecas, además de sus cafés; quizás ese se convierta en el proyecto de mi vida: conocer todas las bibliotecas del mundo.
Hans fue una magnífica creación tuya, ¡cómo olvidarlo!
Nartyjulieth dijo…
Me quede pensando en uno de los tres altares…cómo lo haría?
Nartyjulieth dijo…
Me quede pensando en uno de los tres altares…cómo lo haría?
Nartyjulieth dijo…
Me quede pensando en uno de los tres altares…cómo lo haría?
... En esas páginas sueltas que en ocasiones nos encontramos al escudriñar de nuevo el "libro de la vida", se siente una tremenda satisfacción al percatarme que personajes como vos aparecen en algún aparte de un capítulo, y caigo en la cuenta del gran aporte a ese mundo profesional que uno va tejiendo.

Gracias Pipe por estas palabras, por el recuerdo y por este espacio... Desde hoy estaré presente, así me encuentre ausente.

toto / http:totocologo.blogspot.com
K. dijo…
Y no te llama la atención ser bibliotecólogo?
felipo zaná dijo…
Narty, deberías darle la oportunidad a Proust.
felipo zaná dijo…
Toto, qué alegría tenerte en este espacio, te recuerdo con mucho cariño, y siempre serás bienvenido.
felipo zaná dijo…
K., la verdad es que me gustaría más ser librero. Tener una librería como la de Palinuro, a la que fueran pocos, pero buenos clientes, para que me quedara mucho tiempo para leer.
K. dijo…
Qué bueno saber cómo se llamaba esa librería, de la cual tendré siempre un tesoro. Ah no, mi libro es de la librería de al lado. Pero bueno, de todas maneras, Palinuro resultó ser significativo por otras razones. Anoche mientras leía, una escena me trajo otro recuerdo de ese día que hasta entonces había caído en el olvido-- el del almuerzo frustrado en El Palazzetto.

Sí, vive tu vida, jubílate y hazte librero.

Entradas más populares de este blog

Sobre rayar, ya sea en los libros, en lo etéreo o en la locura

Significado amoroso de los cepillos de dientes