Incompletitud
A K.J.
Felipo Zaná
El sueño racionalista, el sueño espiritual, el sueño ascético, el sueño bohemio, el sueño; tantos sueños, tantas ganas; pero habrá siempre algo que se escapará, no siempre todo se puede abarcar. Dígame una cosa, señora ecuación diferencial, qué es este sentimiento que hay en la ribera del corazón, ¿es posible contar todas las gotas del río? Hay lugares oscuros de los cuales la luz no sabrá. Sin embargo, todo Godel tiene su Platón. Ahora yo tengo a mi K.
Uno se cae, llora; y puede saber quizás a qué se debe: a la gravedad; hay cerraduras de corazones rotos donde nunca se asomarán los peces, porque quizás nunca nadie sabrá de ese cuarto. Aquí, aquí, toca aquí en este corazón revivido, toca aquí en el corazón de los nomeolvides. Curioso un cuarto en el que nunca nadie entrará, sin embargo, existe. Hay una carta que nunca podrá ser escrita. ¿Por qué un corazón palpita? Somos incompletos; por eso las medias naranjas, las verdes, las medias azules, las blancas y las medias negras. Ven a recorrer los pasillos de mi casa, con una media naranja y el otro pie desnudo. Te contaré un color mientras buscamos ese cuarto desconocido, mientras buscamos ese número que ningún computador podrá calcular. Para eso somos humanos, para buscar, para encontrar.
A veces siento que me falta un brazo. A veces, pregunto por mi hígado. Y ni hablar del gusano invisible que siempre consume la vida de la rosa. Quizás siempre haya un gusano invisible que no se podrá entender, quizás siempre habrá un gusano transparente que no se podrá destruir, que no se podrá saber dónde está, que no se podrá descubrir, un poco como un electrón. Pero a veces, hay una energía que lo desborda todo. Una energía que purifica, que envilece, que da, que recibe, que viene, que se instala.
Hay una frase que nunca será dicha por nadie. Un pensamiento simple que nunca ninguna cabeza podrá comprender. Y pensar que hay tantas cabezas en el mundo, pensar que hay gente con dos cabezas, o quizás con tres. Pero siempre habrá una piel que podrá sentir, una piel que se estremecerá.
Uno se cae, llora; y puede saber quizás a qué se debe: a la gravedad; hay cerraduras de corazones rotos donde nunca se asomarán los peces, porque quizás nunca nadie sabrá de ese cuarto. Aquí, aquí, toca aquí en este corazón revivido, toca aquí en el corazón de los nomeolvides. Curioso un cuarto en el que nunca nadie entrará, sin embargo, existe. Hay una carta que nunca podrá ser escrita. ¿Por qué un corazón palpita? Somos incompletos; por eso las medias naranjas, las verdes, las medias azules, las blancas y las medias negras. Ven a recorrer los pasillos de mi casa, con una media naranja y el otro pie desnudo. Te contaré un color mientras buscamos ese cuarto desconocido, mientras buscamos ese número que ningún computador podrá calcular. Para eso somos humanos, para buscar, para encontrar.
A veces siento que me falta un brazo. A veces, pregunto por mi hígado. Y ni hablar del gusano invisible que siempre consume la vida de la rosa. Quizás siempre haya un gusano invisible que no se podrá entender, quizás siempre habrá un gusano transparente que no se podrá destruir, que no se podrá saber dónde está, que no se podrá descubrir, un poco como un electrón. Pero a veces, hay una energía que lo desborda todo. Una energía que purifica, que envilece, que da, que recibe, que viene, que se instala.
Hay una frase que nunca será dicha por nadie. Un pensamiento simple que nunca ninguna cabeza podrá comprender. Y pensar que hay tantas cabezas en el mundo, pensar que hay gente con dos cabezas, o quizás con tres. Pero siempre habrá una piel que podrá sentir, una piel que se estremecerá.
Felipo Zaná
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