El defecto de los libros

Los libros tienen un defecto: uno puede ver su tamaño, uno los puede voltear al derecho y al revés. Sucede algo: cuando se está leyendo un libro buenísimo, es posible que lo embargue a uno un sentimiento de tristeza, porque uno es consciente de que el libro terminará. Uno sabe que las hojas están contadas. Uno sabe que con cada pasaje que se lea, una hoja pasa del lado derecho al izquierdo del libro, y es la suerte que cuando no quede ni una hoja en el lado derecho, entonces todo habrá terminado.

Y así el lector nunca llegue a la página final, sabrá que todo está consumado. El libro es un objeto acabado, un autor escribió un punto final, y no nacerán nuevas palabras en el libro (sí muchas interpretaciones, las cuales nunca se agotarán), ni aumentará su tamaño; quizás el autor publique otra edición ampliada de su obra, pero eso ya será entonces otro libro.

Cuando un libro es aburrido, el tamaño juega un papel fundamental. Si uno ve que todavía falta demasiado aburrimiento, es posible que uno opte por dejar el libro a un lado. Si por el contrario faltan solo unas páginas, bien vale la pena el esfuerzo.

Leer un libro es como si el futuro estuviera escrito. Sería mejor que éste fluyera lentamente en cada segundo que vivimos; como la vida misma que no sabemos en qué momento va a terminar y es por eso que cada segundo es una total sorpresa. Como diría Octavio Paz: “el olvidado asombro de estar vivos”.

Pienso en lo digital y en sus posibilidades: uno podría leer un libro, sin ver su tamaño, simplemente como un flujo de strings, que llegaría a la pantalla a medida que nuestros ojos parpadean. No sabríamos la duración final de aquel flujo, porque llegaría y llegaría, y no habría ni lado derecho ni izquierdo. Es posible que la totalidad del flujo de strings no estuviera escrita aún; sino que al otro lado de la pantalla hubiera alguien chuzando un teclado de por vida. Sería continuo, eterno. Es posible que quien realice esa tarea sea un enano, así como el enano que canta dentro de un radio, o el que juega futbol dentro de un televisor o el que presenta noticias.

Dicho todo esto, no se confunda lo que soy. Soy de corte clásico. Amo al libro tal como es, con todos sus defectos. Simplemente divagué un poco sobre otras posibilidades.

Felipo Zaná

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