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Te leeré como un buen libro

Te leeré como un buen libro. Escalaré por el inicio, Llegaré hasta tu nudo, Y me desenlazaré en tu desenlace. Como un buen libro, subrayaré tus pensamientos importantes. Cada idea que lea, aumentará mi caudal. Escribiré en tus márgenes mis acuerdos y desacuerdos. Como un buen libro, me inspirarás un sueño, Un viaje, una aventura, una idea, una ilusión. Como un buen libro, antes era uno, página a página soy otro. Como un buen libro, citaré tus dientes en el café. Mientras me vista en la mañana, citaré tu cigarrillo. Citaré la idea que da vueltas, Rueda que rueda en mí. Es posible que vaya a otros libros, Que me pierda en otros autores, Pero como un buen libro, volveré a ti. Como un buen libro, te leeré una y otra vez. La primera vez será un recorrido por tus hojas, Sin detenerme a esperar una brisa. Luego volveré. Habrá la lectura de tu nariz, Habrá la lectura de tu palma. Habrá la lectura de tu ombligo. Habrá la lectura de tu lom...

Huecos

Ahora leo tres veces en el día: en la mañana, al mediodía y en la noche. El tiempo es corto; apenas abro una página y ya estoy cerrando el libro. El tiempo para digerir, que es incluso más importante que el tiempo para leer, también escasea. En la mañana leo una hora, antes de irme para el trabajo. En el mediodía leo 45 minutos, antes de almorzar. La noche es más variable, aparte de ser más hermosa. Aunque la mañana de la que yo hablo es igualmente hermosa, oscura y misteriosa. En la noche leo entre treinta minutos y una hora. Ahora más que nunca he tenido grandes deseos de ahondar en las matemáticas. Especialmente en la teoría de Cantor y Kurt Godel. Quiero demostrar, quiero coger unos cuantos axiomas y llegar al teorema. Quiero partir de una demostración y llegar a un poema. He estado leyendo básicamente literatura, sin embargo. También estoy leyendo la Biblia. Con proyecto de leer los cuentos completos de Borges, Los hermanos Karamazov, La montaña mágica, algo sobre Van Gogh y todo ...

El bien de un libro

Un fragmento de El nombre de la rosa : "El bien de un libro consiste en ser leído. Un libro está hecho de signos que hablan de otros signos, que, a su vez, hablan de las cosas. Sin unos ojos que lo lean, un libro contiene signos que no producen conceptos. Y por tanto, es mudo. Quizás esta biblioteca haya nacido para salvar los libros que contiene, pero ahora vive para mantenerlos sepultados. Por eso se ha convertido en pábulo de impiedad. El cillereró ha dicho que traicionó. Lo mismo ha hecho Bencio. Ha traicionado. ¡Oh, querido Adso, qué día, más feo! ¡Lleno de sangre y destrucción! Por hoy tengo bastante. Vayamos también nosotros a completas, y después a dormir."

El defecto de los libros

Los libros tienen un defecto: uno puede ver su tamaño, uno los puede voltear al derecho y al revés. Sucede algo: cuando se está leyendo un libro buenísimo, es posible que lo embargue a uno un sentimiento de tristeza, porque uno es consciente de que el libro terminará. Uno sabe que las hojas están contadas. Uno sabe que con cada pasaje que se lea, una hoja pasa del lado derecho al izquierdo del libro, y es la suerte que cuando no quede ni una hoja en el lado derecho, entonces todo habrá terminado. Y así el lector nunca llegue a la página final, sabrá que todo está consumado. El libro es un objeto acabado, un autor escribió un punto final, y no nacerán nuevas palabras en el libro (sí muchas interpretaciones, las cuales nunca se agotarán), ni aumentará su tamaño; quizás el autor publique otra edición ampliada de su obra, pero eso ya será entonces otro libro. Cuando un libro es aburrido, el tamaño juega un papel fundamental. Si uno ve que todavía falta demasiado aburrimiento, es posible ...

El bibliotecólogo, el más loco del paseo

La biblioteca se defiende sola, insondable como la verdad que en ella habita, engañosa como la mentira que custodia. «El nombre de la rosa» Umberto Eco La biblioteca es la casa de la locura. Allí están encerrados locos geniales y locos agresivos, locos de atar y locos moderados. El bibliotecólogo es el encargado de velar por ese manicomio. Cada loco tiene su celda; es tarea entonces del él revisar que todos estén en sus lugares respectivos. Esto lo hace en el día, porque por la noche deja el manicomio, le echa llave, y sale a un lugar más amplio, no tan loco, pero sí más hostil. Los locos del manicomio conocen tan bien el lugar y las celdas, que por la noche salen y hacen fiesta. A veces, en la mañana, antes de que el bibliotecólogo llegue, regresan a las celdas; otras veces, son sorprendidos en una orgía perpetua. El bibliotecólogo se pone furioso, pero son locos al fin y al cabo, qué le va a hacer. El bibliotecólogo cree que él está cuerdo, pero en realidad es el más loco del paseo. ...

Hay mujeres como libros

No quisiera ver a las mujeres como rosas o lilas, margaritas o amapolas, sino como libros. Tienen hojas y nos cuentan historias. Hay mujeres como “La hojarasca”, que la primera vez que llegamos a ella, la menospreciamos por su sencillez y candidez, sin embargo, una imagen nos queda. En la hojarasca fue esa imagen en donde al doctor le preguntan qué desea de comer, y él responde que hierba. La demás gente no entiende y pide explicaciones, el doctor da más claridad: «Hierba común, señora. De esa que comen los burros». Y esa imagen a través del tiempo va tomando fuerza, se hace más potente, y llega un momento en que la deseamos con tanta intensidad que vamos a una segunda lectura, y ahora esa sencillez y candidez que antes despreciamos es la que nos enamora. Hay mujeres como “El Quijote” que tienen tanta fama de ser obras maestras, y cuando las conocemos, efectivamente son obras maestras. Hay mujeres como “La divina comedia” que tienen también fama de ser obras maestras, pero cuando las c...

Sobre rayar, ya sea en los libros, en lo etéreo o en la locura

Amable lector, ¿eres de las personas que gusta de rayar los libros? ¿O por el contrario piensas que es un crimen? Hablaré un poco sobre esa espinosa cuestión. Déjenme que les cuente una historia. Tenía tres candidatos para mi próxima lectura. Los había prestado esta semana en la biblioteca. Se trataban de “La monja alférez” de Thomas de Quincey, “La charca del diablo”, de George Sand y “Los himnos a la noche / Enrique de Ofterdingen” de Novalis. Antes de leer un libro me gusta mirarlos al derecho y al revés. Miro el número de páginas, el tamaño de la letra, hojeo brevemente la calidad del prólogo, y leo la primera línea, a veces también la última. En “La charca del diablo”, me encontré en la última hoja con el siguiente comentario que alguien había escrito allí con letra verde: “Esto, infortunado lector, no es una novela… es un cuento larguísimo… y de los peores. El costumbrismo francés es mucho más depurado”. Bendije a la persona que escribió eso allí. Sentí que no había necesidad ...