Mariposas más allá del estómago
Se dice que el estómago es el lugar favorito de las mariposas. Se dice que ellas nacen cada vez que uno mira a la mujer amada; y que cuando ella se aleja, una tragedia de mariposas sucede en nuestro interior. Es posible que haya mariposas mientras uno atiende a clase, dialoga en una reunión laboral o se detiene en una fila del supermercado.
Las mariposas son así y nuestros estómagos son un mariposario. Hay alas cuando se vislumbra al ser amado, hay alegría cuando se presiente su respiración… Hay mariposas.
Y entonces sucede que vuelan mariposas, en un lugar oscuro, ignorantes del mundo exterior. Y uno se pregunta qué pasará en el estómago de ella. Qué animal volará. O habrá solo un gran eco de silencios: todo sucede en su interior.
Y si las mariposas no se quedaran en el estómago…
Mauricio Babilonia en Cien años de soledad destapaba sus mariposas y eran amarillas. En cada lugar por donde pasaba, un reguero de mariposas dejaba su estela. Si fuéramos suficientemente francos, el mundo sería un lugar más pintoresco. En una clase de cálculo, habría más mariposas que dudas numéricas. Y en una reunión laboral, no se hablaría de trabajo sino de mariposas. “De quién es esta mariposa que está en mi hombro”, preguntaría alguien. “Es mía”, respondería una tímida voz.
Las mariposas se parecerían a la dueña. Si se trata de una pelirroja, seguramente tendrán tintes rojos. Si es una mona quien se enamora, mariposas amarillas revolotearán en el aire. Qué hermosas serían las mariposas negras; las de Juana, la de ojos divinos; las de Teresa, la de cutis de porcelana; las de María, la de la paz interior.
Y que nadie fuerce el amor con una red, las mariposas se posan donde quieran.
Felipo Zaná
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