Ojitos chiquiticos
Ojitos chiquititos color verde selva
Tiene lo de ella pues huele a azucena
Don Omar
Felipo Zaná
Tiene lo de ella pues huele a azucena
Don Omar
Préstame tus ojos, y te daré mi cuerpo. Con tus ojos podré mirarme en la misma forma en que tú lo haces. Yo miro mis manos, yo miro mis uñas, miro mis dientes, miro mis piernas, miro más allá, me adentro por cada uno de mis poros, y trato de ver mi alma. No me gusta lo que veo. Veo mis defectos, veo mis problemas, veo mi vida, veo mi nada, con mis ojos. Tú eres el otro. Ves mis manos, mis uñas, mis dientes, mis piernas, no sé si puedas ver a través de mis poros, no sé si verás mi alma, con tus ojos. Me ves como un dechado de virtudes.
Somos el otro, y vemos en el otro, vemos un buen camino. Creemos que la vida del otro está arreglada, que ni un poderoso huracán la podría perturbar, que su segundo nombre es seguridad, que su nombre de pila es sé para dónde voy. Lo vemos atravesar un camino de pétalos si somos románticos, o nadar en su torre de monedas, si somos capitalistas. Y luego nos preguntamos, ¿pero por qué se tiró de un quinceavo piso?, ¿por qué escarbó sus muñecas con un cuchillo?, ¿qué andaba buscando? Vemos con nuestros ojos. El otro nos mira con sus ojos.
Préstame tus ojos, y te daré mi cuerpo. Préstame tus ojos para mirar mi vida. Ver quién soy. Mirarme por vez primera.
Kurt Gödel me habló de lo que siento, él postuló su célebre teorema de incompletitud; lo más seguro es que yo esté extrapolando su significado, que lo esté transportando a un contexto inadecuado, que no lo haya entendido, por eso, préstame tus ojos. El teorema de Gödel dice lo siguiente: “Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo”. Necesito otros ojos, para mirar quién soy. Necesito ver desde afuera, evaporarme como una nube sobre mi vida. Quizá uno no se pueda explicar a sí mismo, quizá uno es una recursión infinita, se define en términos de sí mismo, y no hay un punto inicial, para comprender el origen de todo. Quizá se necesite al otro para comprenderse a sí mismo, sus ojos. El conócete a ti mismo es imposible. Los cien años de soledad son el peor castigo sobre la tierra, la estirpe nunca sabrá quién fue la estirpe. Ni hablar de eones de soledad.
Préstame tus ojos, y te daré mi cuerpo.
Quizás el espejo, quizá el lago claro, quizás la laguna azul.
“En cualquier formalización consistente de las matemáticas que sea lo bastante fuerte para definir el concepto de números naturales, se puede construir una afirmación que ni se puede demostrar ni se puede refutar dentro de ese sistema.” Este también es tu teorema, Kurt. Siempre hay algo que se escapa, siempre hay algo que no se entiende, siempre faltan un par de ojos.
Quizás Platón se equivocó, así como se equivocó la paloma de Rafael Alberti. Los seres humanos no eran seres hermafroditas, no hubo división en dos, no estamos buscando las mitades perdidas, quizás estamos buscando tan solo un par de ojos, un par de ojos chiquiticos.
Somos el otro, y vemos en el otro, vemos un buen camino. Creemos que la vida del otro está arreglada, que ni un poderoso huracán la podría perturbar, que su segundo nombre es seguridad, que su nombre de pila es sé para dónde voy. Lo vemos atravesar un camino de pétalos si somos románticos, o nadar en su torre de monedas, si somos capitalistas. Y luego nos preguntamos, ¿pero por qué se tiró de un quinceavo piso?, ¿por qué escarbó sus muñecas con un cuchillo?, ¿qué andaba buscando? Vemos con nuestros ojos. El otro nos mira con sus ojos.
Préstame tus ojos, y te daré mi cuerpo. Préstame tus ojos para mirar mi vida. Ver quién soy. Mirarme por vez primera.
Kurt Gödel me habló de lo que siento, él postuló su célebre teorema de incompletitud; lo más seguro es que yo esté extrapolando su significado, que lo esté transportando a un contexto inadecuado, que no lo haya entendido, por eso, préstame tus ojos. El teorema de Gödel dice lo siguiente: “Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo”. Necesito otros ojos, para mirar quién soy. Necesito ver desde afuera, evaporarme como una nube sobre mi vida. Quizá uno no se pueda explicar a sí mismo, quizá uno es una recursión infinita, se define en términos de sí mismo, y no hay un punto inicial, para comprender el origen de todo. Quizá se necesite al otro para comprenderse a sí mismo, sus ojos. El conócete a ti mismo es imposible. Los cien años de soledad son el peor castigo sobre la tierra, la estirpe nunca sabrá quién fue la estirpe. Ni hablar de eones de soledad.
Préstame tus ojos, y te daré mi cuerpo.
Quizás el espejo, quizá el lago claro, quizás la laguna azul.
“En cualquier formalización consistente de las matemáticas que sea lo bastante fuerte para definir el concepto de números naturales, se puede construir una afirmación que ni se puede demostrar ni se puede refutar dentro de ese sistema.” Este también es tu teorema, Kurt. Siempre hay algo que se escapa, siempre hay algo que no se entiende, siempre faltan un par de ojos.
Quizás Platón se equivocó, así como se equivocó la paloma de Rafael Alberti. Los seres humanos no eran seres hermafroditas, no hubo división en dos, no estamos buscando las mitades perdidas, quizás estamos buscando tan solo un par de ojos, un par de ojos chiquiticos.
Felipo Zaná
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