Confesiones de un novel escritor luego de terminar su primera novela

Esta semana finalmente acabé mi primera novela. Han pasado cinco años, desde que naciera la idea, una mañana lejana en la biblioteca que solía frecuentar. Ese día escribí como un autómata diez páginas de cuaderno. A la mañana siguiente me senté a continuar y no fui capaz de escribir una sola línea más. Tres años en la luna y muchas lecturas pasaron, tres años con lapiceros en la mano y en la mente. Luego vendrían veinticuatro meses de panadería y carpintería, es decir, de escritura. Y ahora el pan está caliente, servido sobre la silla.

Fueron tres versiones en total. Tal parece que soy un poco numerólogo, porque desde un principio sabía que ese iba a ser el número. Quizás también tengan algo que ver mis estudios de Ingeniería: la metodología de desarrollo en espiral y la programación extrema (XP). En la primera versión la puerilidad brotaba por las hojas, aún no era el momento de dar el escrito por terminado. Pero sí para pasarla a unos cuantos amigos para que comentaran sobre la infancia. Agradezco en este punto las críticas de Daniel H. y Victor Q. Comencé a trabajar de inmediato en una segunda versión y en pleno proceso sabía que luego vendría una tercera. Las cosas iban encajando un poco más. Las miradas oportunas de Andrés Q. y Daniel H. fueron valiosísimas. Mientras mis amigos leían la segunda versión, llegaban constantemente imágenes a mi cabeza, que algunas veces cuadraban con la narración, y otras parecían traídas de los pelos. Para la tercera versión agradezco también aquel comentario sobre la pintura que sé lo hizo con mucho esfuerzo, porque suspendió por unos momentos su propia batalla que libraba y que quizás todavía esté librando, hablo de Vladimir M. Entre la primera versión y la tercera hay un abismo, y todo se debe a la aparición en escena de un personaje que cambiaría todo, absolutamente todo.

La novela aún sigue siendo pueril, pero por lo menos tiene un punto final. El mismo Borges podría resucitar con cuchillos, tenedores y tijeras, cortando aquí y trinchando allá, pero no se tocaría ni una sola línea. Y no es engreimiento, sino que la numerología, el número era el tres, no el cuatro, y como dijo Jesús en la cruz: “Todo está consumado”. Hay puerilidad en la novela, pero es sincera. Creo que nunca más volveré a ser tan sincero en un escrito. A menudo pienso si la sinceridad estará ligada definitivamente a la puerilidad. Cada vez soy menos niño. Cada vez las cosas me sorprenden menos. Bueno, de vez en cuando me deja atónito un inicio como “Erase una vez”.

Tal vez parezca pretensioso escribir estos pensamientos en estos momentos. Quizás suenen a las memorias del escritor que nunca ha escrito nada. Pero por qué las memorias deben ser el último libro. El tiempo va cambiando los pasados. Ya no es tan eterno aquel amor que creíamos duradero. El libro que alguna vez nos sorprendió ahora no lo entendemos. Por eso escribo estas impresiones un día después del punto final. Claramente serán también unas impresiones pueriles, pero nuevamente serán también sinceras. Quizás años más tarde, podría escribir con más soltura, pero el día de ayer será otro pasado diferente al de hoy, será otra de las tantas posibilidades que pudieron haber sido y no fueron. Cada día seré más mentiroso. Además mañana podría morir.

Quiero agradecer muy atentamente a Gabriel García Márquez y a Pablo Neruda, por ser los magos de la palabra. Un lugar especial también merecen Manuel Mejía Vallejo, Marcel Proust, Federico García Lorca, Francisco Umbral, Juan Rulfo, Yasunari Kawabata, Emily Bronte, Virginia Woolf, el caro Cervantes, Dostoievski y Tolstoi. Si olvido alguno, seguramente ya estará muerto, y no se dará cuenta. Edgar Poe Restrepo también es genial.

El viaje literario. El viaje de la vida. Saludo a aquellas personas que se reunían bajo el techo de una biblioteca a hablar de Literatura: Adriana A., Narty V., Andrés H., Viviana A. Victor Q., Pleyaded, Andrés Q., Toto.

A Johana J. quien con una recomendación de Dostoievski y Suskind me rescató cuando me estaba perdiendo en las sombras.

A Diana B. y Alex G. en Mandala, con las cervezas, la amistad y la literatura. Más tarde Almazul.

A Daniel H. con los tintos, la amistad y la literatura.

A Katie J. por enseñarme un poco de la literatura de su país y ese idioma maravilloso.

A mi mamá, que es mi primera y más acérrima lectora.

Las necesidades de hablar sobre literatura son enormes. Uno siempre está curioso por saber qué está leyendo el otro, escuchar nuevos nombres y nuevos títulos. Para tantas cosas. Soy callado por naturaleza. Y las veces que más he hablado en mi vida, ha sido con la conjunción del vino y la literatura. Ni la literatura sola puede. Ni el vino solo puede. Pero juntos son justos y necesarios.

A veces la pregunta Qué estás leyendo se vuelve más significativa que Cómo estás. Esta última nos la hace todo el mundo, entonces por lo general respondemos como un resorte, sin pensarlo, un simple bien, así no sea cierto. Con Qué libro estás leyendo podemos obtener más información: Si alguien está leyendo 20 poemas de amor y una canción desesperada es posible que la novia lo haya dejado y que esté pasando por una difícil situación. Si está leyendo a Julio Verne, es posible que en una semana nos diga que cree que vive en la Luna, o que va de viaje a las profundidades del mar la próxima semana. Si está leyendo a Lorca, sabremos que tiene una puñalada entre los riñones.

Nunca hay vacaciones para aquello que se disfruta y para lo que es necesario. Todos los días respiramos. Es posible que nunca podamos decir: voy a dejar de respirar el día de hoy para descansar, y mañana sin duda alguna continuaré. Mientras hacía las últimas revisiones, pensaba descansar de la escritura por unos quince días o quizás un mes. Pero ayer terminé, y estoy escribiendo nuevamente. Y hay varios cuentos que esperan ser escritos, reclaman mi presencia: el sentimiento es mutuo, los quiero conocer. Escribir es el oxígeno que nos descubre los pulmones y la vida. Y es tan necesario.


Felipo Zaná

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La biblioteca de mis sueños

Sobre rayar, ya sea en los libros, en lo etéreo o en la locura

Significado amoroso de los cepillos de dientes