Farewell y los sollozos (De la educación)

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Pablo Neruda


A veces me canso de la educación formal, y de la forma en que se imparte en la mayoría de lugares. A veces me pregunto si de verdad vale la pena, si realmente aporta. En general, no estoy de acuerdo con el devenir de las horas en el salón de clases. ¿Qué tanto se aprende allí, qué tanto se aprende en la cafetería, qué tanto se aprende encerrado en una habitación? Tal vez, ha llegado el tiempo de que me aleje, y sea más consecuente con mi pensamiento.

Se sabe tan poco de la vida, hay tantas preguntas por aquí y por allá. Pero es raro, uno no se conforma con observarlas y ya. ¿Qué lo moverá a uno a querer responder esos interrogantes que se pasean por el mundo? ¿Qué lo llevará a uno a encerrarse en un uno mismo por un tiempo, y tratar de forjar la palabra para escudriñar con ella como en una mina oscura? ¿Por qué uno se sentará horas y horas a preguntarse cosas, a preguntarse por qué algo duele, por qué la lluvia, por qué siete días? Y sí, ahí está uno, preguntándose y preguntándose cosas. No sé que buscará uno, si una respuesta, otra pregunta, o simplemente el hecho de preguntar. Y eso debe ser la educación, esa inefable relación con las preguntas.

Ahora, de dónde surgen las preguntas: ¿Vienen en una nube? ¿Vienen en el viento, provenientes de los labios del otro? ¿Surgen dentro de uno? ¿Están escritas en los libros? ¿Por qué hay unas que carcomen, y otras que simplemente pasan de largo, desaparecen en el éter? Solamente aquellas que escudriñan merecen un esfuerzo para ponerse en pie, y tratar de hacer algo con ellas, así no se sepa exactamente qué. Tal vez sacudirse, revolcarse en el piso, o dar vueltas en el aire. Siento que la educación formal se queda corta con las preguntas.

Mi ideal de educación está en los versos de Blake:
To see a world in a grain of sand
And a heaven in a wild flower,
Hold infinity in the palm of your hand
And eternity in an hour.

En estos momentos, estoy leyendo “Arte y Filosofía” de Estanislao Zuleta. Un libro que me regalaron hace algunos meses, pero que estaba esperando en la biblioteca su turno. Ahora llegó la hora. Con Estanislao Zuleta es inevitable que me ponga a reflexionar sobre la educación. Allí habla de la ignorancia, del conocimiento, de la educación. En el primer capítulo dice lo siguiente:

Veamos ahora la réplica de Platón inmediatamente después de formular esta teoría: Platón saca la primera consecuencia. ¿Cómo se hace para luchar contra la ignorancia? ¿En qué consiste la enseñanza, en qué consiste la educación? Platón dice que en la refutación, en primer lugar: no se puede alimentar bien al que tiene una indigestión, primero necesita vomitar, purgarse y que le empiece a dar hambre, al que tiene una indigestión no se le puede dar un banquete. Si la ignorancia fuera tan sólo una carencia de saber, no habría nada más fácil que la educación, sería como darle de comer a un hambriento; pero desgraciadamente el asunto no es tan fácil porque se trata precisamente de darle de comer a un indigestado.


Luego hay algo que es fundamental, habla sobre el proceso individual:

El saber tiene que ser personalizado porque cada cual tiene su grado de incompatibilidad, la diferencia de su proceso, la distancia caracterológica, sicológica, que procede del fondo de su infancia, que precede sus posiciones actuales, sus relaciones actuales, etc., no se puede poner a marchar a la gente sacando la patica al mismo tiempo todas las veces; eso está bien en el ejército, en la educación no tiene nada que hacer, mientras más personalizada sea mejor.


Entiendo que debería haber un profesor (prefiero la palabra guía) por cada pregunta que tiene un alumno, es decir una relación de unos a muchos, en el sentido alumno profesor. Por diversas razones sé que esto no es posible. Lo que sí se puede entonces es que cada uno se haga consciente de su propio progreso, de su propia pregunta, y busqué a su alrededor.

A veces, el libro es quien ayuda. El libro tiene varias ventajas, puede ser muchos, y entablar un diálogo con varios al mismo tiempo y en lugares diferentes. El estudiante puede leer a su ritmo, puede entablar un diálogo íntimo, sin caer en prohibiciones. El libro puede ser compañero y amigo. Por eso me parece absurdo que en un salón de clases el profesor se pare a relatar lo que diga un libro, como si el libro no tuviera boca para hablar, como si él no se bastara por sí mismo.

Creo que el profesor en clase debería hablar de todo menos de lo que dice el libro. Es por eso que mis profesores favoritos siempre han sido aquellos que hablan de todo, menos de lo que hay en un libro. En la Nacional, recuerdo mucho al loco Uribe; en la de Antioquia, a Héctor O.

Para aprender solo se necesitan ojos. La inteligencia no basta. Hay disposición del que quiere aprender. El profesor solo tiene que existir, es su única misión, existir. Ya el alumno aprenderá de esa existencia. Es por eso que el profesor no tiene que estar confinado a un aula de clase, porque profesor es todo cuanto existe en los ojos del vidente.

Dudo de aquellos que siempre están tratando de buscar adeptos. Dónde queda el pensar por sí mismo, dónde quedan los ojos de la otra persona.

Una vez le escuché a alguien una frase de Leo Buscaglia: “Ustedes saben que yo creo que nadie haya enseñado nada a otra persona”. Inicialmente estuve de acuerdo con esa frase; claro, no quería que nadie me enseñara nada, había un espíritu de rebeldía, un espíritu de león, tal como lo habló Zaratustra. Luego cambié de opinión, y pensé que sí era posible enseñar algo a alguien, pensaba en el flujo entre las personas. Pero, finalmente volví a mi posición inicial, y estuve de acuerdo con la frase: la vi desde otro punto, es cierto, nadie nunca le ha enseñado nada a otra persona, pero sí se aprende de las personas.

No se enseña, el otro aprende. Porque exactamente el proceso de aprendizaje nace del sujeto cuando nace la pregunta. Cuando la pregunta se amolda a algún espacio vacío del cuerpo. Y es justo ahí cuando aprendemos. A veces la pregunta viene de afuera y nos sorprende, ¿mujer, por qué lloras? Sin embargo, es uno el que le crea un molde a la pregunta en el ser de uno, ya sea de manera consciente o inconsciente. Y una vez la pregunta que nació en nosotros o se inoculó en nosotros, ahora sí, hay algo que aprender.

Dudo de las personas que tratan de adoctrinar a otras. Se sienten ya listos, para salir a reclutar discípulos. Y es que están tan vacíos de preguntas por dentro.
Para aprender no se necesita de la carreta del otro. Se necesita simplemente de ojos. El otro es fundamental, el otro está allí, pero al mismo tiempo en mis ojos. Ahí también está mi molde.

Neruda en su discurso del Nobel dice lo siguiente:
Señoras y señores: Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras sino para explicarme a mí mismo.


Neruda es sin duda un gran poeta, sé que no tiene nada que enseñar. Y sin embargo he aprendido tanto de él. He aprendido tanto en sus poemas. Hay tanta hierba para acostarse y revolcarse.

A veces siento que en la escuela y en el colegio, solo se trata de aprender un libro de memoria. Volvemos nuevamente a lo errado, a ver la educación como un proceso de vaciar contenido en una cabeza vacía, se llega nuevamente a dar de comer al indigestado. Hay una anécdota a este respecto muy interesante. En cierta ocasión se le preguntó a Einstein: ¿cuál es la velocidad del sonido? A lo cual él respondió: “No lo sé, procuro no cargar mi memoria con datos que puedo encontrar en cualquier manual, ya que el gran valor de la educación no consiste en atiborrarse de datos, sino en preparar al cerebro a pensar por su propia cuenta y así llegar a conocer algo que no figure en los libros”.

¿Qué se puede transcender del conocimiento? ¿Cómo la universidad llega a esto? ¿El libro no es el punto de partida? No, el libro es simplemente un acompañante, el libro es un Virgilio, pero quien recorre el infierno es Dante. Dante es quien tiene un objetivo. Dante es quien tiene preguntas.

Porque es que muchos tienen tantas respuestas, respuestas para todo. Y dónde queda la pregunta. Luego de otra pregunta, tiene que venir otra pregunta, y luego otra. Pienso en Feynman, en una charla que dio sobre ciencia, dijo lo siguiente:
Quizás se puede aclarar más de la siguiente manera: si se pregunta a un niño qué hace que el perro de cuerda se mueva, debe pensarse en lo que respondería una persona común y corriente; podría ser: "el resorte enrollado trata de desenrollarse, con lo cual acciona el mecanismo". ¡Qué buena forma de iniciar un curso de ciencia!. Desbaratemos el juguete, veamos cómo funciona, observemos el mecanismo, los engranajes, la forma como fue armado, la ingeniosidad de los que diseñan estos y otros juguetes; sería excelente. Pero la respuesta del texto es desafortunada pues pretende enseñar una definición y no enseña nada. Supóngase que un estudiante dijera: "yo no creo que sea la energía lo que lo hace mover". ¿Hacia dónde se orientaría la discusión después de esta respuesta?
Lo que considero grave es que en la primera lección se enseñe una fórmula mística para responder preguntas. El libro trae otras semejantes: "la gravedad lo hace caer", "la suela de los zapatos se gasta por la fricción". Decir simplemente que es por la fricción es triste, eso no es ciencia.
Algunas veces mi padre utilizó en sus conversaciones el término energía pero solo después de que yo tenía alguna idea acerca de ésta. Lo que él hubiera hecho con el perrito de juguete para dar la misma lección, habría sido decir: "Se mueve porque el sol brilla". Yo hubiese respondido: "No. ¿Qué tiene que ver en esto el brillo del sol? Se mueve porque yo he enrollado el resorte". "Muy bien, pero ¿por qué has podido moverte para enrollar la cuerda?". "Me alimento". "Bien. ¿Qué comes?" "Plantas" "Y ¿cómo crecen las plantas?" "Pues porque el sol brilla".

Así de pregunta en pregunta, la educación es algo constante, sin fin.

Creo que los alumnos deberían tener papeles más activos en los salones de clase. Son ellos quienes deben tomar la batuta. Me parece tan extraño que en el primer día de clases, en el salón, sea el profesor quien tenga que dar el primer paso, y casi todos; es decir es él quien comienza a hablar, presentándose, es él quien dice que se va a ver en el curso, es él quien hace una propuesta de la manera en que se va a evaluar. Me pregunto qué pasaría si el profesor simplemente entrara como cualquier otro, tomara su asiento y esperara. ¿Qué papel tomarían los alumnos? Quizás despertarían un poco y le dirían al profesor todo ese cúmulo de preguntas que llevan sobre sus espaldas. Quizás le dirían al profesor que quieren saltar y jugar con esas preguntas. Quizás ellos cortejarían. Por mi parte, cortejaré en otra parte.

Farewell.

Felipo Zaná

Comentarios

Joseph dijo…
So you have come to the place you were looking for. Finally.

Fuck, write, read, dance and drink. World is yours mate. Good text!
Felipo dijo…
Sí, todo eso es lo que haré.

Entradas más populares de este blog

La biblioteca de mis sueños

Sobre rayar, ya sea en los libros, en lo etéreo o en la locura

Significado amoroso de los cepillos de dientes