Significado amoroso de los cepillos de dientes
García Márquez escribió en El amor en los tiempos del cólera: “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”. También se podría decir que el corazón es como una estrella de mar, o que es como un átomo o que tiene más divisiones que la Aritmética de Baldor. De cada cosa que exista bajo el sol, se pueden decir cosas completamente opuestas y a la vez ciertas. A mi parecer, el corazón sí es divisible, y prueba de ello son los cepillos de dientes.
Nunca tengo el deseo de hablar de verdades eternas, pero sí de imágenes sinceras: el corazón se divide entre el número de cepillos de dientes que tengamos. Uno va recorriendo el mundo, va amando y va dejando cepillos dispersados. Donde haya uno, allí habrá un pedazo de corazón.
Tener un cepillo de dientes en un lugar significa tener acceso frecuente, significa que en aquel lugar habrá seres con los cuales se compartirá la comida o la “comida”. Si el cepillo de dientes está en un lugar que se frecuenta poco, entonces es porque alguna vez fue diferente, pero también porque aún las puertas de la casa están abiertas, esperando que uno pase nuevamente por el umbral, para comer un buen sancocho o una ensalada de cebollas, sin pensar en el mal aliento posterior. Y todo aquello son manifestaciones del amor.
Uno podría tener un número infinito de cepillos de dientes; pero a niveles prácticos, considero que a lo sumo cuatro o cinco: uno en la vivienda propia, uno en el trabajo, otro en la casa de la mamá, otro en la casa de la pareja.
Un rompimiento de amor no es otra cosa que retirar el cepillo de determinado lugar; es recoger ese pedazo de corazón que estaba desperdigado. Uno llora, ya no se volverá a lavar los dientes en aquel lugar, ni disfrutará tampoco de un buen guiso.
A uno lo echan del trabajo un día cualquiera, cuando cae la tarde, pocos minutos antes de terminar la jornada laboral, y entonces uno llega al puesto cabizbajo con una carta en la mano. Es posible que uno no cuente nada a los amigos, si se es hombre; si se es mujer, una lágrima la delatará. Y entonces uno siente que ese lugar ya es ajeno, no hay nada, y uno recoge su cepillo de dientes. Ya sabe que ahora se limpiará las muelas en otra parte a la hora del almuerzo.
Cuando se viaja constantemente, cuando se es asiduo de los hoteles, y se pierde un cepillo de dientes, es algo trágico, porque luego uno piensa: mi corazón se ha quebrado en vano, alguien en estos momentos podría estar usándolo. ¿Qué otras muelas mi cepillo de dientes descubrirá? Se debería poder detener un avión en pleno vuelo, si a mil metros de altura uno se da cuenta de que ha dejado su cepillo en la habitación.
Ni hablar de las relaciones amorosas. Cuando se termina una, siempre se devuelven los regalos acumulados: las películas, los libros, las canciones, y sobre todo el cepillo de dientes. Ya no podrás volver a lavarte los dientes en ese espacio, ya no podrás volver a comer allí.
Ahora, es importante procurar que cada cepillo de dientes tenga un color diferente. Llegará el día de la soledad total y desnuda, llegará el día en que se recogerán todos los cepillos; y entonces será bueno tener colores diferentes, para no confundirse; para poder tener una abigarrada tarde de dientes limpios.
Hay tantas gentes en la calle, riendo con sus dientes limpios, a veces incluso a carcajadas; pero también hay tantos corazones destrozados con sus muelas sucias, mendigando la oportunidad de poner tan siquiera un cepillo de dientes en algún lugar: su madre se les ha muerto, perdieron sus colocaciones, debían muchos meses de arriendo, y ya no hay corazón, corazón que los ampare.
Por mi parte, no me quejo, en estos momentos tengo dos cepillos de dientes: uno verde y otro rojo.
Felipo Zaná
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