Isabel Allende y el destino
No creo en el destino. No creo
que nuestras páginas estén irremediablemente escritas, y que no podamos cambiar
ni una coma, a pesar de que en algún pasaje en particular seamos conscientes de
que sería mejor un punto y coma o acaso los dos puntos. No creo en el destino
escrito, sin embargo, sí creo que un diálogo franco y abierto entre destino y
el ser humano.
Verán, el destino es un gran
abuelo, por lo general con largas barbas de sabiduría, que a veces tiene cosas
para contarnos o aconsejarnos. Gusta de contar historias, enviar mensajes
extraviados de texto, equivocar una llamada telefónica. Y así es él, unas veces
dice las cosas de una manera escueta, sin pelos en la lengua; otras veces se va
por las ramas. Todo eso hace parte del diálogo. Por eso siempre, siempre
tenemos que ser buenos oyentes.
El destino me habló: hay que
leer a Isabel Allende.
Tantos y tantos escritores con
los que uno se ha encontrado por medio del destino. Tantos nombres por tanto
tiempo ocultos y de repente se precipitan encima de uno como un aluvión de palomas.
Me pasó recientemente con Isabel Allende, escritora chilena, familiar de
Salvador Allende. Por mucho tiempo no había escuchado de ella. Ahora en una
semana tres personas diferentes me han hablado de ella.
Primero fue Narty. Me encontré
con ella a almorzar y me dijo pasé toda
la mañana llorando, leyendo a Paula de Isabel Allende. La había tocado
tanto esta historia. Y ya sabemos que cuando un libro hace llorar, por lo menos
es capaz de tocar fibras y transmitir sentimientos. Al hablar de este tema siempre
pienso en la poesía de Alex Girasol y en cómo he sido testigo de lágrimas derramadas
por bellas mujeres al escuchar sus versos junto a la quebrada.
Segundo fue Paulina. Me dijo
que había comprado dos libros de Isabel Allende en su paso por Berlín, ese
mágico lugar de Bogotá: esa librería que visito cada vez que voy a la capital colombiana.
Me gusta perderme y extraviarme en sus innumerables libros.
Tercero, mi padre. Apenas
levantarme hoy para ir a desayunar y luego del saludo matutino, me dijo, ¿ya leíste a Isabel Allende? Acabo de verme
una entrevista de ella. Es familiar de Salvador Allende. Se expresa muy bien.
Muy inteligente.
Y es así que en el transcurso
de una semana, tres veces ha llegado a mí el nombre de Isabel Allende. Entendí
el mensaje. La leeré. Seguro algo tiene para decirme en estos momentos de mi
vida. Pero no todo son respuestas. Ahora la pregunta es cuál de sus libros debo
leer.
Felipo Zaná
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