El lento olvido de uno mismo

la vida es sólo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.
Pablo Neruda

Se va uno olvidando de aquellas pequeñas cosas. Y en su lugar va llegando lo de siempre, las “cosas importantes”, ese checklist infinito e invisible, que ordena conseguir un trabajo estable, un carro último modelo, estudiar una maestría, casarse, tener hijos, pagar un buen colegio, salir de vacaciones a una playa.
Actividades que no necesariamente lo hacen a uno feliz; actividades que olvidan lo importante de la vida. Hace poco mi hermana me dio una lección. Leyó un método para ordenar y dejar ir objetos en la casa. El método consiste en coger cada objeto, tocarlo, cerrar los ojos y pensar por un momento en la sensación que causa. Si produce felicidad, hay que conservarlo, si no, simplemente se deshecha. No utilidad, sino felicidad. Lo esencial es invisible para los ojos. Sí, Principito, y tantas y tantas actividades que van pasando por nuestros ojos en desfile pintoresco, van dejando poco tiempo a las actividades que vemos con el corazón.
Llegaron los hombres grises, me han capturado. Y llegó el día en que ya no leo. Leer ha sido toda mi vida mi mayor pasión. Con leer, hablo de literatura. Desde luego, mis ojos pasan por palabras, se montan encima de ellas. Cuando camino hacia el trabajo leo los títulos de las ferreterías y fábricas. Leo las lecciones de la maestría. Pero ya no leo Las penas del joven Werther ni La insoportable levedad del ser. Pensé que no llegaría el día en que dejase de leer; pensé que no llegaría ese día en que no leyera al menos una sola línea. Siempre me decía a mí mismo que nunca se podría estar tan ocupado para no leer así fuera un solo verso. Pero el día ha llegado. Y después de ese día llegó otro, y luego otro, y una larga cadena de días llegó con sus cadenas. Ya van siendo cuatro meses en los cuales no leo.
Con la lectura me siento un poco como con la meditación. Se recomienda meditar 20 minutos al día. Y si no se tienen 20 minutos, entonces hay que meditar 40, porque se necesitan todavía más.
Sin embargo, hay esperanza. Esta semana, en unas mini vacaciones, pude volver a leer. Me encuentro navegando entre mares, a la caza de Moby Dick, a las órdenes del Capitán Ahab. Es bonito. Da felicidad descubrir que aún no estoy perdido, aún tengo un poco de imaginación. Hoy mientras leía vi cómo mi cama se convertía en un buque pesquero, que navegaba por los mares. Aún soy capaz de meterme en una historia.
Pero si sigo así, me asusta que llegue el día en que me siente a leer un libro, y ya no sepa cómo agarrarlo, o que me domine el sueño tan solo con abrir el libro, o que ya el libro no se amolde a mi mano, o que lea sin prestar atención y me toque repetir y repetir una misma línea, terminando aburrido, o que no sea capaz de leer sin el celular al alcance de la mano, sin que a cada segundo esté revisando whatsapp o facebook. Me aterra que pueda llegar el día en que me sienta un extraño leyendo. En que no tenga imaginación suficiente para recrear un rostro o una situación y necesite a gritos la versión cinematográfica. Más aún, me aterra que llegue el día en que me sienta un extraño conmigo mismo, en que no recuerde realmente quién soy y qué me gusta, qué amo, que bar visitaba, con qué amigos compartía, y que cuando solo me mire en el espejo solo vea lo que ven mis ojos.


Un lento olvido, una muerte lenta. No es metáfora. Algo se muere en mí todos los días, cantó el poeta antioqueño. Sabías palabras de montaña. Cada vez más cerca de la muerte. Cada vez más el olvidado asombro de estar vivos, Octavio.

Felipo Zaná

Comentarios

Anónimo dijo…
No dejarás de ser lector en los recuerdos de los viejos amores y amigos en tu estela. Si te desmemorias, si te enajenas de ti mismo, si sientes que te vas diluyendo y desdibujando, ellos te recordarán quién eres.
felipo zaná dijo…
Muchas gracias por esas palabras tan bellas y tan llenas de vida. Prometo no dejar de ser, sino ser cada día.
Un fuerte abrazo.
Anónimo dijo…
<3

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