Los hilos invisibles
“Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada” Julio Cortázar
El músico no sólo toca la guitarra, toca nuestras fibras, las hace conmover. El pintor no sólo pinta en un lienzo, lo hace en nuestras carnes. El escritor no sólo escribe en el papel, lo hace en nuestros cuerpos. El campesino cultiva, y la papa y la yuca florecen en los estómagos. Hilos invisibles comunicantes vinculan todo contra todo. Por eso hay tantas muertes en nosotros cada día, por eso un sueño nos persigue al despertarnos, por eso el efecto mariposa, por eso lloramos por una guitarra, un amor fingido, una sierra castellana, un amor pleno, o por el rojo de una rosa. Fibras delgadas y sutiles forman la maraña del mundo. Cada ser humano es como una pequeña araña, cargada con hilo suficiente para descubrir un mundo.
Pero hay unos canallas, hay unos infames, con tijeras en sus espaldas, envidiosos de lo que sentimos. Quieren cortar el hilo que va de la guitarra a nuestras fibras, quieren cortar el hilo que va de un libro a nuestros ojos, quieren cortar el hilo que va de nuestras bocas a oídos ajenos. Hay unos canallas con tijeras escondidas en sus espaldas. Podrán actuar pero nunca sorprendernos. Esos canallas a su vez son movidos por hilos invisibles, y si observamos esos hilos, vemos que se mueven con el baile de nuestro dedo índice.
El músico no sólo toca la guitarra, toca nuestras fibras, las hace conmover. El pintor no sólo pinta en un lienzo, lo hace en nuestras carnes. El escritor no sólo escribe en el papel, lo hace en nuestros cuerpos. El campesino cultiva, y la papa y la yuca florecen en los estómagos. Hilos invisibles comunicantes vinculan todo contra todo. Por eso hay tantas muertes en nosotros cada día, por eso un sueño nos persigue al despertarnos, por eso el efecto mariposa, por eso lloramos por una guitarra, un amor fingido, una sierra castellana, un amor pleno, o por el rojo de una rosa. Fibras delgadas y sutiles forman la maraña del mundo. Cada ser humano es como una pequeña araña, cargada con hilo suficiente para descubrir un mundo.
Pero hay unos canallas, hay unos infames, con tijeras en sus espaldas, envidiosos de lo que sentimos. Quieren cortar el hilo que va de la guitarra a nuestras fibras, quieren cortar el hilo que va de un libro a nuestros ojos, quieren cortar el hilo que va de nuestras bocas a oídos ajenos. Hay unos canallas con tijeras escondidas en sus espaldas. Podrán actuar pero nunca sorprendernos. Esos canallas a su vez son movidos por hilos invisibles, y si observamos esos hilos, vemos que se mueven con el baile de nuestro dedo índice.
Felipo Zaná
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