Testimonio: Alex Girasol

La mujer que guarda las llaves de la noche
sabrá que me llamaba Louis Krizek
y que cojeaba un poco y que la amaba
Fayad Jamís

Alex Girasol vive en las montañas de Tierradentro. Cultiva la tierra: tiene sembrados de tomate, ahuyama, caña; cuida de las gallinas y sus dos perros. También cultiva versos son sus manos y es lo mejor de su producción.

A Alex Girasol lo conocí en Mandala más o menos en el año 2005. Fue cuando comencé a ir a diario al bar. Cierto día yo estaba sentado en la pequeña barra de Mandala Viejo donde cabían apenas dos personas. Alex Girasol llegó saludando a todo el mundo, en especial a Narty. Yo me paré y fui al baño. Cuando volví, el recién llegado se había sentado en mi puesto. Pidió disculpas, dijo que pensó que yo me había ido. Se sentó en la otra silla y me regaló una mariposa para disculparse. Preguntó por mi nombre y por lo que estudiaba, cuando le respondí que Ingeniería de Sistemas, dijo que nunca lo hubiera imaginado, que tenía una cara imborrable de filósofo, se contuvo cuando iba a decir loco, pero leí su silencio. Ese día la conversación giró en torno al Yagé. Fue la primera vez que escuché hablar de esa planta maravillosa. Me dio su teléfono y su nombre para que si algún día quisiera tomar Yagé lo llamara.

Seguí yendo a Mandala. Una noche conocí a Jhony Zeta y al Chamán, quien en esa primera ocasión me regaló el segundo número de la revista Quitasol. Cuando hojeé la revista, encontré el nombre de Alex Girasol en dos de los poemas. Luego alguien me comentó: «Ah sí, Alex Girasol, él viene mucho acá. Siempre se emborracha y le echa los perros a las viejas». Leyendo la revista me di cuenta de que Girasol era de Apartadó, esa tierra por la que guardo tanto aprecio.

Luego volví a ver a Alex Girasol y ya éramos grandes amigos. Cuando llegué a Mandala solo conocía tres canciones de Silvio: Ojalá, Unicornio y La maza. Fueron Selene y Alex Girasol quienes me enseñaron más canciones, cada una mejor que la anterior. Por ese entonces él siempre pedía “Óleo de una mujer con sombrero”: fabulosa canción que aún la escucho y la descubro como si fuera la primera vez.

Alex Girasol bajaba más o menos cada mes a Bello. Como yo iba todos los días a Mandala, cada vez que él bajaba, allí estaba yo. Entre trago y trago, entre canciones de Silvio, entre poemas nos fuimos volviendo amigos.

Alex comenzó a compartirme algunos de sus escritos. Siempre estaban llenos de ingenio. Su inspiración son las mujeres. Mientras está en la montaña escribe y escribe. Una vez le escribió un diario a Y. Las cartas las escribió durante un mes entero, pero con la fecha de mil ochocientos algo. Supe qué quería decir esa fecha para él, por qué ese anacronismo. Las 30 cartas estaban envueltas en una hoja de bijao, cual si fueran un rico tamal. Pero ni el más rico tamal, ni aquel que hiciera la vecina de la carnicería, se podría comparar con el sabor de esas cartas. Eran de una belleza sublime, con una caligrafía preciosa. Describía allí remembranzas de su niñez, su vida en la montaña, sus temores y anhelos.

Cada carta-poema de Alex Girasol tiene vida por sí misma. He sido testigo de cómo las concibe. Una vez en una premiación de Los Sueños de Luciano Pulgar, fui testigo de cómo salió una carta a una chica que chupaba un bombombum varias sillas atrás. Sin embargo, como todo ser humano, a veces, se decepciona. Una vez que subí donde él me dijo que había dejado de escribir, que se había dado cuenta de que solo era un campesino con pretensiones literarias. Recordé a Rimbaud. Sin embargo, vendría más de la pluma de Girasol.

En una fogata al lado de la quebrada que pasa por su casa, fuimos testigos de la magia de los versos de Neruda. Entre el fuego, entre canciones y poemas, llegó uno de los vecinos de Girasol. Cantaba canciones y dominaba la tradición oral de las historias. Contó gran parte de sus experiencias como campesino y como albañil. Me recordó los antiguos rapsodas. Yo que a toda parte voy con mis veinte poemas de amor y una canción desesperada, presté el libro a Alex para que leyera uno de los poemas. Alex escogió el 19, sabia decisión y comenzó: “Niña morena y ágil”. Nuestro amigo de la tradición oral moría de la risa por lo ingenioso de los versos: “Jajaja, ágil, jajajaja”. Alex se detenía y continuaba: “nada hacia ti me acerca / todo de ti me aleja”. Y nuestro amigo: “jajajaja, todo de ti me aleja, jajaja, como del mediodía”. Cuando Alex terminó de leer, todos estábamos muertos de la risa. Neruda le había llegado a alguien que nunca lo había leído. Me sorprendí por el efecto de esos versos, sin quitarle meritos a...

Otra vez junto a la quebrada, Alex Girasol y yo entonábamos con nuestras voces de tarro la canción “La familia, la propiedad privada y el amor” de Silvio Rodríguez. Y cuando llegamos a la parte que dice: “Qué diría Dios”, Almazul fue testigo del lapo de agua que cayó sobre nosotros en tan solo unos segundos. En ese momento volví a creer en Dios. Fueron solo unos segundos, pero volví a creer.

Alex es mi maestro de chicha. Siempre que bajaba a Mandala lo hacía con sus buenas provisiones. Algunas veces, me llamaba: “Felipe, veámonos en Mandala que voy a llevar chicha”. Pero ese mismo día, cuando lo veía llegar borracho, simplemente decía: “Ya me tomé la chicha en la montaña”. Pero bueno, siempre estaban las bravas, las costeñas, las águilas o cuando estamos de malas las Pilsen.

Alex Girasol es mágico, se acerca a las mujeres y les lee la mano, he visto cómo las deja pensativas y cómo les cuestiona la vibra más profunda de la existencia. Solo he visto en Alex Girasol el poder de hacer llorar a alguien con alguno de sus poemas: ¿Te acuerdas Laura Gómez? A Alex no le pesa nada echar al fuego sus cuadernos con sus escritos, quizá por su terrible sabiduría de saber que ese es el mejor destino para toda la literatura.

Cuando cerraban Mandala, Alex y yo, salíamos borrachos con ganas de tomar más licor. A veces a la choza, a veces al parque, a veces a Cotrafa. En una de esas ocasiones llegamos donde unas locas en el parque. Alex Girasol le iba a leer la mano a una de ellas, para que nos dieran algo de guarilaque. Pero la loca se le adelantó y le dijo: “no, seré yo quien te diga unas cuentas cosas”. Ella no leía en la mano sino en los ojos. Sin ningún tipo de pudor, descubrió los ojos de Alex. Le recito un Cien años de soledad desde la línea inicial hasta la final, terminó diciendo que así era la vida. Luego siguió conmigo: me recito la segunda parte de Cien años de soledad, donde no había coronel Aureliano Buendía, ni José Arcadio Buendía, ni Amaranta Buendía, sino simplemente yo. Luego terminó diciendo que yo tenía un poder especial, un poder increíble que la atemorizaba. Hechas las presentaciones nos quedamos tomando guarilaque hasta que amaneció.

Otra vez, cuando salimos de Mandala, Girasol, Lenin, Jerry y yo bastante borrachos, a excepción de Lenin, fuimos a hacer tiempo mientras era de día y pasaba el bus de Copacabana. Esa noche Jerry nos había dado ron como si estuviéramos en el desierto. Contaba que ese día tenía lo que nunca tenía: dinero. Así que nos habíamos emborrachado en Mandala de cuenta de él. Cuando íbamos para Cotrafa nos sorprendió una hermosa mujer ofreciendo sus servicios. Dijo que para los cuatro había descuento. Uno dijo que no le interesaba. Los otros tres esculcaron sus bolsillos pero, solo recogimos $2350. Nadie es tan generoso.

En Mandala siempre había trago y parranda. Alex Girasol todavía se acuerda cuando una noche de borrachera, Janeth dijo que yo me emborrachaba con tanta facilidad que no aguantaba ni la voliada de un poncho.

Cuando Alex se emborracha, a veces insulta. Recuerdo cuando trataba a Diana de elitista. Diana moría de furia, pero que no haga caso, me consta que Girasol le tiene mucho aprecio. Almazul también fue víctima de los insultos una noche. Alex se rompió ese día la cabeza, así que al día siguiente cuando le comenté todo, dijo lo que dicen todos los borrachos: no me acuerdo.

Sin embargo, la poesía no es inmune al peligro de las calles, esa es la verdad. Una noche le dieron burundanga, lo robaron y lo dejaron tirado en la calle. Pero los versos son como el ave fénix. La poesía vive en todas partes. Alex Girasol es poesía. Contó la historia con tanta gracia, que comprendí su forma de la poesía.

Equilibrio, amigo Alex. Adriana, no Diana.

Felipo Zaná

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