Funeral

“I don’t know what you mean by ‘glory,’ ” Alice said.
Humpty Dumpty smiled contemptuously. “Of course you don’t—till I tell you. I meant ‘there’s a nice knock-down argument for you!’ ”
“But ‘glory’ doesn’t mean ‘a nice knock-down argument’,” Alice objected.
“When I use a word,” Humpty Dumpty said, in a rather a scornful tone, “it means just what I choose it to mean—neither more nor less.”
“The question is,” said Alice, “whether you can make words mean so many different things.”
“The question is,” said Humpty Dumpty, “which is to be master that’s all.”
Alice was too much puzzled to say anything, so after a minute Humpty Dumpty began again. “They’ve a temper, some of them—particularly verbs, they’re the proudest—adjectives you can do anything with, but not verbs—however, I can manage the whole lot! Impenetrability! That’s what I say!”

Sí, la recuerdo, a esa palabra yo le di vida; nació mientras contemplaba gaviotas bajo el sol; aquella otra, salió de mi costilla mientras dormía; también está la que brotó de un sueño como una flor azul. Todas ellas son mis hijas, y son incontables. Yo les di vida con ese matiz y esa aura que tienen, ese color de ojos. Sé que son un poco tímidas, sé que a veces callan más de lo que dicen; se que todo su arte va en sus entrañas y no en su piel. Vengan a mí, hijas mías; vengan en este día en que su padre agoniza; que cada una traiga una vela negra junto con una rosa negra. Vengan a escuchar las campanas desde mi ventana. Vengan con pinceles en mano, a pintar mi casa por última vez.

Fui mandando cada una a un rincón del planeta; cada una tenía una misión, cada una tenía algo por qué combatir. Cada una era como ninguna otra había existido jamás. Pero cada una solo significaba una cosa; así que fui y fui creando palabras para transmitirlo y conocerlo todo, pero mi vida ha llegado a su fin.

Vienen desde la Patagonia, vienen desde el frío, desde los mares del Caribe, traídas por el viento. Algunas cargan espadas; otras, botellas de vino. Y al fin y al cabo, para eso estamos aquí, hijas mías, para combatir y dejarnos llevar por la melancolía.

Yo nombré a la luna y me superó en belleza. “Fermoso” no tenía padre y yo la adopté. Yo quería nombrar todo: cada color, cada viento, cada tarde, cada persona, cada sensación; pero nunca supe nombrar mi yo. Por tal razón, combatí a los pronombres personales; intenté ser ajeno. Pero, hijas mías, comprendan que solo podremos dar el paso hacia adelante cuando hayamos dominado su total complejidad; cuando entendamos qué pasa cuando María dice “yo”, y luego yo digo “yo”. Qué pasa cuando María es “tú”, y luego “ella”. Me ganaron la batalla, hijas mías. No fue suficiente mi vida. Son uno, son cinco, son múltiples, son variables. “Yo”, “tú”, “él”, “nosotros”, “vosotros”, “ellos”. Seis palabras, hijas mías, solo seis palabras.

Vengan a mí, hijas mías; vengan en este día en que su padre agoniza; que cada una traiga una vela negra junto con una rosa negra.

Felipo Zaná

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